Danny McGee

CLEMENCIA.

Clemencia.

Donde tú vestiste a las estrellas, la noche habitó una vez, bajo la luna, inquietantemente enamorada, distante de sus sombras, claramente enriquecida por tus magias. A la mujer de las plateadas y navegantes miradas nocturnas, yo le dije que los astros se envolvían en tus ojos. Me miraste, me ofreciste las vertientes que resumen lo que a un beso da cabida al despedirse.
¿Dónde fue que cayó yerta tu sonrisa arqueada y noble?.. ¿Fue quizás en el ocaso de mujer desesperada hallando un clima en la nostalgia?... No perdono, no sé escribir la historia que ya ha sido desplomada, recostada en la estridencia de tus labios en los míos. A la imagen sempiterna de tus tristes ademanes, un poeta ancló tu cuerpo donde tantos dibujantes allanaron el camino.
Ven a verme. Dale un sitio de esperanza a las lágrimas nevadas que arañaron tu ventana, o a la frase que el silencio le clamó a tantas palabras, tiradas y encendidas cuando yo le hurtaba a un grito su mayor benevolencia. Imagina. Rebota entre los sueños como quien renace en llamas desde el más fogoso abismo. ¿Abismo? Declara haberme visto construyendo una muralla.
Hoy es muerta y alba casta, la columna ensangrentada de tu puente escandinavo, es tan sólo una elocuencia que reparte tantos grises como grises son tus labios siendo un beso inapetente. Te olvidaste... te olvidaste de ser dama en la rota encrucijada de dos cuerpos sobre el piso, donde tanto amor pariera lo que versos incapaces no dan vida al ser novela de un quebrado amanecer.
Me dejaste en la aclamada y resecada irreverencia, en las bragas de una noche que contagia al vicio mismo, levantando solo y mustio al peor peregrinar, al del vate que complace a pirómanas locales que se enlazan con la sombra de tu cuerpo inhabitado. ¿Te fuiste?... Perdiste lo que en astros ve la noche cuando un tonto ve en el cielo que se aclara un pensamiento:
Un hombre, nunca un muerto.

A Claudia Jara.