Adolfo Rodríguez

Esa mujer o Más que el arcoíris

Esa mujer

que cuando viste de negro

es tormenta y refresca, con sus humedades,

de raíz a cresta, el universo de todas las cosechas.

Por las noches en manto de obsidiana,

apaga el sol entornando la mirada

y nos regala su luz, sin fin multiplicada,

estrellada en siderales fuegos de artificio…

 

Esa mujer

que teñida de rojo

es un hechizo de vaporosos vuelos,

y va embrujando corazones sin remedio ni conjuro.

Por las noches cubierta en granate

es el fuego que nos convoca el alma,

es la flama que nos acerca el horizonte,

es la hoguera que nos recibe en casa...

 

Esa mujer

que cuando se pinta de aurora

es el campo más extenso en mi bandera,

heráldica señal de fortaleza.

Por la noche recubierta en ámbar

la busco cual pendón, asida a mi estandarte,

colmándome de paz cualquier urgencia

y llenando de pasión cualquier letargo…

 

Esa mujer,

que engastada en oro

es girasol y cuando gira,

hace rodar el mundo entero.

Por las noches en baño de plata

la sueño un “Giraluna”,

que cuando torna en pos de mi reflejo,

hace girar el universo…

 

Esa mujer,

que pintada de verde

es selva y contagia primaveras,

que florecen en casi cualquier paraje.

Por la noche revestida de esmeralda

la imagino mis praderas,

que cuando se siembran en mis ojos,

reverdecen los desiertos.

 

 

Esa mujer

que cuando viste de cielo

es un pleonasmo y se repite al infinito,

en celestes lienzos libres de cualquier borrasca.

Por las noches arropada de zafiro

es laguna en calma y en mis sueños

reverbera en miles de espejismos

y se adueña de todos mis confines…

 

Esa mujer

que cuando se tiñe de azul

es el mar y en sus corrientes

arrastra sueños y atesora alegrías.

Por las noches cubierta de turquesa,

la presiento en marejadas de océano,

rompiendo en espuma

contra todas las playas de mi continente…

 

Esa mujer

que cuando va envuelta en tonos de lavanda

es una llanura perfumada

sosegada y salpicada de nostalgias.

Por la noche, en cristales de amatista,

es el delirio que me devuelve a la infancia,

a ese altiplano en custodia de volcanes, a ese lago en el ombligo de la luna,

y vuelve a ser la paz y la alegría en todas mis memorias…

 

Esa mujer

que cuando se cubre de blanco

es el deshielo y con la pureza del glaciar eterno,

baja curando epidemias de invierno.

Por la noche vestida de alabastro,

la deseo escurriendo entre mis brazos,

vaporizándose en mis brasas, subiendo,

criando nebulosas, pariendo estrellas, estallando en universos.

 

La misma

que cuando viste tan solo su piel

es el amor, esa mujer…