alupego (Ángel L. Pérez)

DONDE NACEN LOS LATIDOS

 

Entre las nubes del tiempo,
que transita la memoria.
Se despierta el albedrío,
para reescribir la historia.
Y aunque el presente lo niegue,
el pasado le presiona.

Zarandeadas por el viento,
danzan las ligeras hojas,
del árbol de los recuerdos.
Sin rumbo bailan felices,
o tristes van descendiendo.
Como plumas de colores,
pausadamente hacia el suelo.

Que lejos quedan los juegos.
Que cerca la melodías.
Que en el pasado escribieron,
bellas páginas de sueños.
Como se pierde el perfume,
de aquellos lejanos tiempos.
Donde la agrio era almíbar,
y cada beso era cierto.

La aurora vuelve a ser nueva.
En cada alba se recrea.
Y cada rayo de Luna,
al amanecer alerta,
Para que nazca sin mácula.
Para que joven se crezca.
Para que extienda su manto,
de luz sobre las tinieblas.
Como ágiles libélulas,
danzando en la aurora nueva.

Muere la estrella fugaz,
de cósmicas luces hecha.
Otra nace en su lugar,
para no perder la senda.
Así el camino es eterno,
de muerte y vida, sin tregua.
Y en el fondo de la mente,
las estrellas se recrean.
Fluye la sangre valiente,
desafiando a las tinieblas.

Tenebrosos los caminos.
Si se oculta entre las sombras,
lo mejor de lo vivido
Agrio se ha tornado el aire.
Ácido emana el aliento.
Cuando el amor se camufla,
con frívolos sentimientos.
Solos se quedan, sin cuerpo,
los generosos deseos.

Fuentes de aguas turbulentas,
que en su transcurrir arrastran,
cristalinos pensamientos.
Y en el plácido remanso,
donde descansan los sueños.
La voz se hace más profunda,
y más nítidos los ecos.
Sobre su cuna se acunan,
los amores verdaderos.
Los que nacen en la orilla,
de los latidos sinceros.
A.L.
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