Julio Antonio B. De los Santos Peregrino

El Imperio de la luz

He descubierto patrias

desoladas sobre la arena.

 

Ilumina el desteñido resplandor

la imagen de la última huella,

el confuso pájaro del viento

reposa sobre la palabra rota.

 

Me he internado furtivo

en el enigmático sonido del bosque

para no olvidar que lo sórdido

está lleno de vida.

 

He descubierto, y admiro tanto:

admiro la soledad del rocío

en la que se tejen los astros;

admiro la centella del alba,

campana de fuego, brasa

de las esperanzas nómades;

admiro la silueta del árbol,

espejo y ventana de porvenir;

admiro el canto,

grial de nieve encarnizada,

sentencia a quienes en la tierra

sembraron la impronta del silencio.

 

 

Me he internado furtivo

en los discretos ejes del mundo,

donde en cada temblor

el hombre inventa la palabra,

el nosotros,

para volver a nacer

de las recónditas sílabas,

en el himno, en el suspiro.

Soñaremos con el mar

y despertaremos

a orillas de la playa.

 

Elogio a los ríos

que se cruzan, que se encuentran,

que se van a lo desconocido,

para volver a Occidente:

al Imperio de la luz.

No sé si llegarán,

solo me pongo el olivo sobre la cabeza

y con ellos me voy,

cantando.