DEMÓDOCO

LA «MINIGUERRA» DE MARÍA LUISA LÁZZARO (2013)

 

[Narraciones de Claustro Universitario y Extramuros Académicos]

«¡Ah!, Jiménez Ure. Suerte, para ambos, conocernos en el apartamento de la inteligente y bella profesora María Luisa. Bebamos whisky»

(Adriano GONZÁLEZ LEÓN, 1982)

Por Alberto JIMÉNEZ URE

El Año 1978, escribí un texto sobre Poemas de Agua [primer poemario de María Luisa Lázzaro] que publiqué en el diario colombiano «Vanguardia Liberal». Perdí el ejemplar del periódico y doné la obra a una biblioteca, como casi todos mis libros, porque los ácaros que proliferan en el papel afectan mi sistema respiratorio. No sé si ella tendrá esa reseña.

La última vez que dialogamos personalmente me obsequió Miniguerra  [2013, Universidad de Los Andes] Lo leí varias veces, pero sin prisa. Porque me narra experiencias sobre las cuales suelo meditar: sexualidad, desazón política, tristeza, soledad, tedio.

«[…] Él, para defenderse, cruza los brazos por su espalda inmovilizándola con las manos sobre los hombros desnudos, desfalleciendo los dos […]»  (P. 15)

Lázzaro, a quien conocí, precisamente, cuando nuestra universidad le editó su primer texto [nos presentó el fallecido intelectual y amigo Carlos Contramaestre] mostró talento y determinación desde su debut en el Ámbito de la Literatura Regional y Nacional de Venezuela. Exuda ternura, sensibilidad, inteligencia: destaco su discreción y diplomacia. Concilia, es apta para formular [se] verter su sabiduría poética e interactuar con quien se le aproxime:

«[…] Intenso roce en los brazos, en los hombros, boca, cuello. Sin extintor en la tela. Sin miedo a los antejuicios de mérito. Brazas que-m-ando. Piedra contra piedra. Ignición. Abrazarnos […]» (P. 20)

¿Quién todavía no suspira por esa poetisa? Escribe como quirurgo a veces, pero en otros instantes parece analista forense de fallecidos por sus encantos. Eso lo dije varias veces, durante eventos culturales que gradualmente los bárbaros al mando de nuestra república extinguieron. A propósito de lo cual, María Luisa también atreve expresarse:

«[…] Defunción lenta del país. No termina de pasar ese no saber si el índice es hierro para golpes (no reciclables por la resiliencia), la boca pala de lanzar tierra, la mano incendio crematorio para el pueblo […]» (P. 47)

No seré quien sugiera a María Luisa Lázzaro decir las cosas de otro modo que no sea poético. La Filosofía también lo es, lirismo lapidario, en importantes momentos de la vida de un hacedor. Entiendes cuando cuestiona y sabes cómo su sintagma adentra tu espíritu. No es metáfora afirmar que ingerimos «poiesis»: ella lo es.

El fervor literario que siempre ha mostrado Lázzaro es el de nuestra generación libertaria, imantada a lo cognitivo universal. Léela sin importar el lugar del mundo que habites, sabrás de su existencia, alegrías y vicisitudes:

«[…] Él caja de fósforos, metralla, fusil, espada en sus puños, incendiario en el verbo y las firmas […]» (p. 94)