--Niño, ¿porqué lloras? acaso no ves, que de tus lágrimas también se  llena el cielo.
 
 Le dice una niña ha un niño sentado en el suelo, con su resortera rota y  carita de hambre.
 
 --Estoy triste. 
 
 Responde el niño entre leves sollozos, y con mustia mirada.
 
 --Que te ha pasado, cuenta tus penas ha esta niña, talvez te pueda  ayudar 
 
 --He hecho algo malo y no sé si lo pueda remediar. 
 
 --Cada tristeza tiene su solución pequeño amiguito, ya no te aflijas  más.
 yo también estuve triste hace algun momento, pues no tenía monedas  para comprar golosinas y en aquella esquina una me         encontré;   brilló, me sonrió para que la viera, me habló y me preguntó, -¿porque  lloras?, le conté la razón y respondió, 
 -no te aflijas pues ya me has encontrado, tomame para tí que si estoy  en tu camino es porque el destino lo quiso así, ya       deja esos  sollosos que yo tambien estuve triste. Me respondió aquella pequeña  moneda, --mi brillar no era de oro y estuve     bajo piedras, solitaria y  perdida con temor a que nunca me encontraran, pero paso un ave de  hermoso plumaje que buscando      alimento para sus pichones me  encontró, me limpió y me dejó en esta esquina, donde el sol refleja para  que me pudieran        ver, y me dijo, tranquila pequeña moneda, ya no  estes triste, que hace algun tiempo yo lo estuve también, un niño en su        afán de jugar a las punterias arrojó una roca hacia mi mientras  reposaba en lo alto de una rama, golpeando sin piedad una     de mis  alas, logré escapar de aquella infame creatura, aún así estuve adolorida  y triste pues casi no podía volar, y mis      pichoncitos solos no se  podían alimentar, hasta que descubrí cerca de mi nido muchas migajas de  pan, y a Diosito le doy       gracias que a mis hijos de ese alimento  les pude dar, ya mi ala esta buena, y ellos aprendieron a volar, ahora  como vez       nuevamente soy toda felicidad. 
 
 Concluyó la niña diciendo al niño todo lo que le había dicho la moneda,  entonces un sollozo nuevamente pero esta vez iluminado con una sonrisa  se despertó en la carita del pequeño niño. 
 
 --¡De verdad! ¡de verdad aquella ave está bien!.
 
 --sí, seguro que si.
 
 --Es que yo he sido aquel niño infame que el ala de aquella ave  golpeó, y pensando que la he matado, en estos días culpable     me he  sentido, mi desayuno he sacrificado para el alimento de sus pichones, ya  mi resortera he tirado, y a mi Diosito le      prometí no volverlo  hacer, aun así sentía esa espinita en mi corazón por la desgracia que  pensé había cometido y porque       también pensé que esos pichoncitos  solitos se habían quedado.
 
 --Tranquilo niño que ya todo ha pasado, tus errores has remendado y esa  hermosa ave ya se ha sanado, ven levántate de ahí,      seca tu llanto y  dame tu mano, vamos a comprar golosinas con esta moneda que me he  encontrado.
 
 
 
 
 En nuestras vidas muchas veces cometemos errores de los cuales mas  tarde nos arrepentimos, llegando a sentirnos   tristes constantemente,  es la tristeza mala compañera, de nada vale gastar lágrimas en sollozos  si ya lo hecho, hecho está y  no se puede remediar, queda levantarnos y  remendar esas faltas de alguna forma, y jamás dejar de caminar, pues  siempre habrá  una moneda en alguna esquina, que es esa esperanza que  nunca se pierde aunque exista infelicidad. para eso no debemos dejar    de caminar.