alejandro fozar

LXVII.

Cómo hubiera sido ser joven para este anciano que suscribe, amar a una mujer dispuesta a ser amada?

Y estar recostado en su pecho exhalando su olor en el aliento, y descubrir los sombríos animales en las manchas del techo?

Hacer una embarcación a puro formón con ella? Naufragar en las líneas imaginarias de los trópicos de su planisferio?

Y las manos que la tocasen serían fuertes y lacias entradas en sus inquietudes y húmedas de si?

Importarían las mellas en el horizonte? Los croquis de la vida importarían?

La vería única, quizás ensuciada de temblores, trastocada? Escribiría en su piel un fragmento y se dejaría secar hasta el fin de su saliva?

Podría este anciano numerar cada prenda, cada parpadeo? Rebautizaría cada pueblo y cada plaza con su nombre atascado en la boca?

Tendría esa mujer un gato maullando bajo su mesa? 

Vería los mismos crepúsculos sobre la ciudad que los unía?

Sería esa mujer hoy también una anciana? O seguiría parada frente al mar con un pañuelo rojo en la cintura y unos ojos que no admiten el olvido?