Nadia ALMAZÁN - OFICIAL

Te odié con lo mejor que pude darte.

Ha pasado un año y a veces vuelves.

No sé cómo actuar.

No sé si quiero que te vayas

o alimentarme de tu cálido recuerdo,

de las noches largas,

del buen sexo,

de dormirme en tu pecho

o viajar a Guanajuato con 500 pesos.

 

Después de retenerte en una burbuja,

el clima te reventó en mi cara.

Hoy recordé tus canciones,

tus mensajes,

y tu mirada insoportable.

 

Me hiciste llorar mares

y me ahogué en lo salado de tu sémen.

Me hice una cuba con las lágrimas y tu esperma,

me supo a olvido, pero terminó gustándome.

 

Nado a solas y pido lo mismo en la cantina.

Ya ni siquiera me percato de la sal.

Vivo hinchada y reteniendo la memoria.

 

Canto canciones que cantabas.

Cojo para olvidar.

Canto cuando cojo y pero no olvido.

Lloro.

 

Me conociste y te mencioné:

\"No tomo alcohol.

Duermo temprano.

Evito la carne.\"

 

Me convertiste en ron,

madrugadas de desvelo,

devoré vacas, puerco,

pollo y tu falo.

 

Te fuiste.

Y en el espacio me pregunté:

¿Y ahora qué?

 

La atención que me daba, te la dediqué.

No es tu culpa, siempre fue mi primer opción.

El cigarro se convirtió en mi salda y las secuelas de

mi anorexia querían asfixiarme con tu ausencia.

 

Tu poco valor me hizo no querer salir del bar

y acabé con todo mi dinero.

A nadie le he dicho que te pienso.

Vomito tu recuerdo.

 

Pertenezco al grupo de los dolidos anónimos

que no conocen el desapego.

De hecho, no es así. Pero asisto por terapia.

Es obvio que hay algo que existe.

 

Te pienso y ocasionalmente te siento.

Te odié con lo mejor que pude darte,

porque siempre ha sido lo más grande y potente.

Con todo mi corazón.

Y aunque ya no existes. Existes.