Del portal de mi casa vi sus ojos
como gotas bordadas de misterio,
de sus labios brotaban cual salterio
los racimos de besos y de antojos
que dejaron el alma en cautiverio.
Y llevaba en su frente la diadema
que corona con fuego las pasiones,
y cubría de magia sus facciones
esa gracia tan dulce y tan suprema
que nos lleva por ríos de ilusiones.
Caminaba de forma casi etérea
como nube que cruza por el cielo,
y soñé que su piel de terciopelo
me envolvía en su capa tan sidérea
abrigando mi cuerpo con anhelo.
En el aire su esencia se esparcía
con efluvios sutiles de claveles,
la figura tenía de Cibeles
y de luces la senda la prendía
inundando de rayos mis dinteles.
Al mirarla sentí la primavera
que de nardos repleta florecía,
despertando sublime fantasía
con su talle de espléndida palmera
que las manos del viento sacudía.
¡En su diáfana y mágica sonrisa
vi la aurora de amor mas refulgente;
desde entonces navega por mi mente
como el suave rocío de la brisa
que perfuma mi sueño eternamente!
Autor: Aníbal Rodríguez.