Luis E. Calderon Romero

A un hijo.

Goletas somos surcando los océanos

con las velas templadas por el viento

respirando la espuma salpicante

que va quedando atrás.

 

Pero no todo es paz.

Abundan los tifones en la ruta,

el huracán persigue nuestro mástil

o un arrecife nos puede destrozar.

 

Y tal vez en serena travesía

con un sol amoroso a las espaldas

y chillidos en tierra de gaviotas,

otra goleta nos quiera atropellar.

 

Así hay días de calma, otros de lucha

y en la calma la desgracia no descansa.

Hijo mío,que arribes a buen puerto

y guíes a otras goletas en la mar.