Maximiliano Moreno

Septiembre 19

Recargas tu codo sobre el escritorio,

base de hierro finamente forjado 

que sostiene tu mentón rencarnado

de filósofos y pensadores antepasados.

 

Luego con tu mano cubres tu boca

queriendo callar un alud de molestia

o esconder una carcajada loca,

creando  pensamientos de psicagogia.

 

¿A donde tú mente viaja cuando miras

hacia adentro, a tus entrañas?

¿Que sueños de mujer estera te llevan

cuando tu rostro se refleja en la pantalla?

 

Euforias de libertades de andanzas,

quizá la asida de una mano tibia

de los claroscuros de una dulce caricia

o el regreso de un pasado que extrañas.

 

Diagnósticos de ojos negros no delatan

incógnitas de suposiciones infinitas,

cascadas de dudas que de apoco matan

al despistado espectador que te ama.

 

Yadhel eres mitad misterio y sueño, 

eres inalcanzable luna de Saturno 

y palpable juguetona hoja de otoño 

que inexorable dictas mi pensar diurno.

 

Estás y no estás en este mundo,

tu sombra es el oscuro de añoranza 

que nace en la noche en cada esquina 

restos de tu fragancia moran 

en las almohadas y sábanas tibias.

 

Eres luz ubicua imperiosa resplandeciente 

alumbrando rostros de los extraños 

y al mismo tiempo mi entregada mente

que te piensa siempre imperiosa tácita 

aveces en sueños, aveces en consiente.

 

Ahora que te encuentras distante

te regalo un poema de mi vientre,

de lo más frondoso de mi alma

para tus retinas de amor en armisticio 

que te das pausa para leerlo en calma

alejada, sórdida del viaje y el bullicio.

 

Descansa amor mío que eres primavera,

primavera en un otoño aún no desteñido,

primavera de gente que te ama,

primavera de nuestros dulces vicios,

primavera del mundo a pesar del invierno 

primavera de este loco que te extraña.