FIDEL HERNANDEZ

Autobiografía (ampliación)

Amanecí en este  mundo

desde un mar cálido y amigo;

acurrucado en una playa

desperté con fuerte llanto.

Mientras golpeaban mi cuerpo

pude abrir por un momento

los húmedos ojos doloridos

para ver un mundo al revés,

sin ningún parco sentido;

y volví a llorar, llorar, llorar…

 

Se hundieron mis primeros pasos

en la arena de aquella playa,

me abrasaban los pies

y me ardía la garganta

de gritar y gritar mi nombre.

A contracorriente de los ríos,

me dirigí tierra adentro,

olvidándome de aquel mar,

abandonando su felicidad;

y anduve, anduve, anduve…

 

Me crucé con otros semejantes,

hombres y mujeres sedientos,

con alegrías en las caras,

con penas en las entrañas,

con sonrisas en los labios,

con sollozos en el alma;

y busqué, busqué, busqué…

 

Pasé toda mi vida buscando

con mis cefaleas y mis neuralgias

sin encontrar nunca lo buscado;

perdido,  en los montes de la vida,

y mirando feliz el trozo de cielo

que se me tenía asignado

y sufrí, sufrí, sufrí…

 

 

Ahora, después de medio siglo,

en el atardecer de mi vida,

casi amnésico, desfallezco abatido

junto a este gran acantilado

donde ingrávidas gaviotas

me gritan algo que no entiendo;

y gritan, gritan, gritan…

 

Mas te oigo a ti, mar,

rompiéndote contra las rocas,

convirtiendo el azul del cielo

en un impoluto blanco;

acariciándome el cuerpo

con una brisa de verano;

y me llamas, me llamas, me llamas…

 

Como testamento, mi deseo

de regresar al primigenio mar,

al infantil mar de mis sueños.

Como mortaja, mis poemas;

como sudario, mis lamentos.

Nací de ti, mar, y a ti, mar, hoy vuelvo.

y volver, volver, volver…

 

Construiré un pobre esquife

con los despojos de mi vida,

y me adentraré en tu cuerpo,

en tu cálido y amigo cuerpo,

¡oh mar!, con el norte

siempre en el horizonte

hasta alcanzar al final,

dentro de ti, el firmamento;

y descansar, descansar, descansar…

por siempre descansar.

 

Amén.