Luis E. Calderon Romero

Es Sábado en la noche.

Es Sábado en la noche.-Quiero contarte algo:

Estoy solo en mi cuarto y mi televisor,

muestra a la teleaudiencia un programa filmado,

no sé como se llama, pues ya había comenzado,

pero es triste y alegre, con un dejo dulzón.

 

El zumbido monótono de eléctrico abanico,

me acompaña esta noche aliviando el calor

y una pelusa danza nerviosa sobre el piso

rodando en las baldosas de reflejos cobrizos

engarzada en la brisa de mi ventilador.

 

Mas no me distraeré: Te contaré el programa.

Habían cosas pasadas de estilo rococó,

algodón em los campos, negros que trabajaban.

Caballeros de Sur,las tierras de Luisiana

y sobre el Mississippi, navegando un vapor.

 

Y hay duelos y tragedias y sombreros de copa.

Nueva Orleans casi negra, de apellido francés.

Hacendados que limpian con la fusta las botas.

Hermosísimas damas con esponjadas ropas,

paseando en las calesas por el campo,a través.

 

Y en los barcos-hoteles, los salones de fiesta.

Las partidas de cartas y arañas de cristal,

donde giran parejas o gira la ruleta,

o gira la gran rueda trasera de paletas

y se apuesta la vida en un juego de azar.

 

Mas comienza la lluvia por fuera de mi cuarto

y la noche solloza por todo el exterior,

estallando las gotas como cristal de cuarzo,

como se exprime el jugo de un inmenso sudario

tejido con hilazas del más negro dolor.

 

Mas tu eres impermeable.-No te sientas inquieta.

No se altere tu vida, ni es tuya la tormenta.

Tu eres rocío fragante sobre tierra reseca,

que germina raices con las flores abiertas

y generas poesía en páginas desiertas.

 

No temas:Ya termina en la TV la pieza

y muestran el reparto de actores y de esas,

actrices del pasado de sin igual sapiencia,

que trajeron al cine su moderna opulencia

y forjaron ensueños en la humana existencia.

 

\"Los Jugadores\", así se llama esta obra selecta.

Y siento que si un día efectué alguna apuesta,

y si la suerte loca me entregó alguna presa

y gusté los placeres de su ardiente belleza,

en la postrera mano sonó su risa hueca.

 

Por favor, no te apenes,vuelvo y te lo repito:

Eres todo el impulso para probar que vivo.

Ha muerto mi egoísmo: Ya nunca más exijo

y en este viejo barco, de un esplendor perdido,

me jugaré yo solo un futuro de olvido.

 

Tu juegas, mas no apuestas,-Yo juego un solitario.

Esperaré a que cese el ruido del vapor

y al descubrir el juego sobre el fieltro ordinario,

sacaré de mi bolso el último denario.

Y en la mesa de juego, dejaré el corazón.