Derrapan en nubes de porcelana, 
tiesos, gruesos, traviesos duendes. 
Platónicos, suavizan ese enternecer 
de carrozas traer... 
Derriban golosos 
ese floreciente banquete azulado. 
Ríen con bocas llenas, 
ríen al unísono... 
Duendes del mar, duendes de leyenda, 
tan solo existen porque sí. 
Duendes tan suaves, casi bebés, 
juegan en orejas y se columpian 
sobre cabellos... 
Duendes son mis dedos, 
duendes ya sin bonete, 
duendes acariciando ese pelo 
mientras el hada duerme soñando a su príncipe...