Dr. Correa

Enfermedad traidora

Del cielo me llegó aviso tardío
de tal ida de mi Ana solitaria,
que ha provocado en mí este inmenso hastío,
pues lejos es su vida imaginaria.
Aúno fuerzas, en mí un atavío,
me conduzco a la estación ferroviaria...
Pensándola iré, y ávido inspirado,
por su luz seré pronto iluminado.



Mi voluntad no oscila ni se rinde,
aunque mi ser no ayuda, destrozado;
también no atiende a que brava no linde
la tempestad que el hado cruel me ha enviado.
Si la ordalía supero él me brinde,
quizá en trueca, un tren vasto y alopiado.
Prendo el coche, tomo el sendero expuesto;
charcos y lamas, muy escaso el resto.



El cielo blanco: rayos y centellas,
ante mis ojos la lluvia arreciaba.
Sólo penumbras, no había una estrella,
que por ventura ---mi ser se afiebraba---
diere un atajo que conduciere a ella,
---mis nervios en un cajón yo acervaba---,
o en su afán, en titán me convirtiere
sin importar qué a cambio me pidiere.



El diablo con sus garras oprimía:
sobre cuarenta, empezaba a temblar;
de ella memorias e ilusión tenía,
no distinguía, presto a alucinar.
Paradoja, o la suerte que asistía,
agua y lodo al auto logran frenar:
nazco ante el orfeón del accidente,
la oscuridad se imponía evidente.



Sin oposición, yo ardiendo me ausento
de en mi derredor los aconteceres;
flojedad que acudía en mal momento
a irritar mis patentes menesteres.
Cesaba el viento dando su lamento
y la lluvia guardaba sus placeres.
Angustiado, mi amor impacientaba
dentro del duro pecho que apretaba.



El aire en mis pulmones resoluto;
el tren anunciaba la estación de Ana.
De súbito, cegaba el impoluto
farol de una ambulancia: una zutana;
no tenía intención yo en lo absoluto,
por el retraso en sus ojos y canas,
de acatar su sonrisa de terror,
pues mi amor donde ellos es un error...



La zutana, que en toro se convierte,
va y me advierte que ir me urge al hospital.
¡No, zutana, que en dolor me revierte!
¿Vivo me quiere? Un tren es lo vital,
hacia donde el amor en mí se vierte,
¿cuál dolencia no acepta cura tal?
Se rehúsa: ¡qué cruel dicha zutana!
O jamás ha amado como yo amo a Ana...