Danny McGee

THE SAILOR.

THE SAILOR.

Se levanta una copa… una copa de vino y a veces un cigarro, algunas veces también un poeta se levanta, un hombre que reclama su legítima inocencia… su legítima y temprana… igual que la mañana que ves lejos y está cerca.
Donde hay muros agrietados, una luz me muestra sombras, y son cuarenta y años los que asoman en el humo… en el humo de un cigarro que se eleva y que la nombra.
Cuando, a veces, se recuerda lo que el mar echó a correr, las gaviotas se asemejan a unas alas de mujer. La mujer se fue a los brazos de las olas extrajeras y el poeta va en un barco hacia tierras europeas.
Capitán, ¿puedes conducirme hasta el último delfín? Hubo un día que, en su pecho, un delfín se echó a dormir, y, entre tanta fantasía, yo una vez dormí con él… con él que fue el celeste de un sinuoso amanecer.
Ciertamente quedé anclado a su suave y hondo pecho, y también quedé tatuado en latidos que aun recuerdo. Lo recuerdo: la envolví de los cristales que de estrellas van cantando como quien hizo el amor. No sé que es mejor: soñar lo que es la vida o darle vida a un sueño. Si supiera que soy dueño de la estela que se deja, quizás fuese marino y no sólo un poeta.
Cuando, a veces, se recuerda lo que el mar echó a correr, las gaviotas se asemejan a unas alas de mujer. La mujer se va a los labios de quien dice ser poeta y el marino va en un barco hacia tierras europeas.
Donde hay muros agrietados, una luz muestra el abismo, y son cuarenta y años los que asoman en el humo… en el humo de un cigarro en donde aun yo soy el mismo.
Se levanta una copa… una copa de vino y a veces un cigarro, algunas veces también un poeta se levanta, un hombre que reclama su legítima inocencia… su legítima y temprana... igual que la mañana que ves lejos y está cerca.

A Claudia Jara.