Enrique del Nilo

COLOQUIÓ DE MI CORAZÓN A MI MANO

 

 

 

Hablo en nombre de los niños

a los que se les ha negado

aunque sea un mendrugo de pan

y un mísero vaso de agua;

esos que se les dan a los presos

para poder alargar su martirio

en los húmedos calabozos

donde los aislamos

para tranquilidad de nuestras conciencias

 

hablo en nombre de aquellos

que mueren

porque no tienen para pagar

la medicina

que le puede curar su enfermedad,

o de los que vendieron su muerte,

para que ricos puedan curar sus gripes y su acné;

 

Esta noche dormirás desnuda,

porque el aire acondicionado te lo permite,

mientras en tu portal,

duermen niños desnudos,

por no lograr comprar al menos

un periódico para convertirlo en cobija;

 

Defiendes con garras a los perros,

gatos y hasta las hormigas;

esos que usan para probar las toxinas

con que elaboran perfumes,

y otros cosméticos;

o los que matan

para elaborar tus carteras o abrigos…

pero matas a niños,

ancianos y mujeres

cuando guardas silencio

mientras ves cobardemente

que son asesinados en nombre de la democracia,

en nombre del progreso, en nombre de la libertad

 

Y vienes a escribir fútiles,

estériles y ridículos versitos de amor,

alzando el dedo pretendiendo tapar el sol,

para que no se vea el hambre,

el abandono,

la desigualdad,

y el saqueo de que la tierra es objeto,

solo para calentar

los pies de los del norte,

para poder mover las armas

con que el norte aniquila el sur,

para fomentar ego y hasta lujuria;

a simplemente para guiar las bombas

con que mandan la cara de la tierra modificar

 

Y te dices poeta

por describir con letras,

los colores de un colibrí,

o la música de un estertóreo gemido,

nacido de entre unas piernas,

pero callas los colores de la sangre,

derramada en las calles del obrero y el proletariado,

o faltante en las venas

de las infancias marginadas;

y la que mancha tus manos

de hipócritas espinelas

pintarrajeadas con rimas y medidas,

cuando acude a sellar tu boca

para retener el grito de confesión

por la muerte de los inocentes.

 

Un día te veré intoxicado

por ese mismo veneno que ahora callas,

ignoras o defiendes,

o al que dices repudiar

para siempre darle el sostén de tu confianza

para que avance por la misma vereda

del aniquilamiento de los más débiles y desposeídos;

y ese día te veré bajar

al frio abrigo de la cripta

y me aseguraré que no puedas volver,

porque en ese derrape final

habré bajado contigo