Lucia Rodriguez Lopez

VIII. Nana del recién nacido

Es tu risa la espada más victoriosa.
Vencedor de las flores y las alondras.
Rival del sol,
porvenir de mis huesos y de mi amor.

-Miguel Hernández-

 

Con dos pequeños luceros

asomando confusos a la vida,

color gris cristalino de alta torre,

ríen las curvas rosadas de tu boca

como ríen los corazones sobre tu frente.

Con un caballo en cada extremo

y dos guantes de hierro forjados

golpeas la desazón aferrada

a mi clavel ardido.

Y te resolverías, si hiciera falta,

en un jardín donde el verde

se estancase en la penumbra

o morderías con rabia la noche

si tu llanto no lo adorasen los astros.

Desperezándose en mí tu cuna,

suspiro sosegado

de las aguas vencidas,

te revuelves como un pájaro

y como el día te duermes.

Que tu risa persiga siempre las cosas

igual que las cosas se ríen siempre

persiguiéndonos con fiereza.

Cuántas rosas son llevadas por alondras

hasta tu rostro lechoso y temprano.

Cuánto júbilo que germina

de las simientes

esparcidas por los huesos.

La carne remonta cada surco del espacio

doblado y ensombrecido

hasta que la claridad te alcanza.

Pero tú duerme, no dejes que el frío

desvele tu inocente apariencia

o tu ceño fruncido por la luna.

 

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