anbel

\"Otro día\"

Un poco más tarde que ayer y más frío también. Tuve que recurrir a una chaqueta.
El tren (especie de autobús) turístico, pasa a pocos metros de donde estoy sentada en el campo. Privilegio que me ha tocado, al vivir en esta ciudad a la que solo una cosa le falta :el mar. Y aun así para mi es una ciudad perfecta, pequeña y acogedora de donde a medida que pasan los años no me movería jamás, salvo fuerza mayor, claro está. En ella he nacido, he pasado mi infancia y juventud y donde espero pasar mi madurez próxima y lo que venga después.
Si ya tuviera mar seria ¡¡¡la reoca!!. De ahí que tenga la necesidad de verlo y sobre todo olerlo, de sentir el agua fría en mi piel y ese olor tan característico con sabor a salado que queda impregnado. Pero seguro que antes que acabe el año me tomaré unos días para verlo. Y la verdad, no es que no pueda ahora pues en media hora, 45 minutos llegaría a él, pero estoy demasiado cansada como para por la tarde desplazarme a verlo, pura pereza la mía, así que prefiero esperar un poco más y dedicarle varios días seguidos, hasta quedar empachada para todo el año.
¡Caray, que frío hace! Aviso a mi Dolita que antes quiere unas caricias en su barrigota y proseguimos el paseo por una pista paralela por donde no circulan coches y así mi perra pueda campar a sus anchas.
Siempre que voy por ahí me llaman la atención unos puntitos rojos que destacan entre el verde a los lados del camino. Me parecen preciosas y son fresas silvestres. Me recuerdan a mi madre porque me había comentado que de niña las tiene recogido y comérselas, que lo hacían los niños de su infancia. Yo no sé a lo que saben pues creo que me causa más placer ver esos puntitos rojos entre todo lo verde que probarlas.
Ha enfriado bastante así que después de una hora emprendo el camino hacia mi refugio, mi casa, donde me olvido de todo y me preparo para el día siguiente en que probablemente haga lo mismo que hoy pero con más tiempo.