walter luis

La perra feroz

Y conste que esto lo vi,

que esto no es ningún cuento.

Estaba la perra Panda

tirada junto a la puerta,

evitando que extraños

a sus dominios llegaran.

Sus fauces garantizaban

una perfecta guardia,

como lo demostró una vez

cuando un perro pasó

por una calle cercana.

La enorme perra blanca

se paró con elegancia

y estiró su largo cuello;

sólo esa pose ahuyentó

a su asustado colega.

Al cabo de unos minutos

escuché unos gruñidos

lanzados con pocas ganas;

al mirar vi un gato negro

y blanco que se acercó

con mostrado atrevimiento.

Seguramente quería

algo para comer, o solo

un poco de compañía.

Se abrió la puerta y el amo

habló con suaves palabras

e hizo gestos pidiendo

 a la perra que expulsara

a ese pequeño intruso.

Panda conocía efectos

de un rasguño en el hocico,

de quijotada producto

contra otro gato, que dejó

pasar esa vez sin quejas,

para que no descubrieran

su agraviado orgullo.

Miró al gato, a su amo,

hacia todos los costados,

y sin encontrar salida

para mostrar valentía,

otra vez miró a los lados,

y el estímulo encontró

que precisaba su ego.

Irguiéndose otra vez

con decisión asombrosa

y elegancia guerrera,

la perra salió corriendo

a una bella mariposa.