DEMÓDOCO

TENTADO POR EL «OPUS DEI»

 

[Narraciones de Claustro Universitario y Extramuros Académicos]

Por Alberto JIMÉNEZ URE

Hubo momentos en mi vida en los cuales la Universidad de Los Andes me produjo embotamiento psíquico. Experimentamos incesantes conflictos laborales durante los gobiernos de Luis Herrera Campins y Jaime Lusinchi [IV República] Todo el Sector de la Autonomía Académica del país pujaba por mayores remuneraciones. Un hombre de gran talento, pero en extremo mezquino, no cesaba de ser perpetuo candidato presidencial en perjuicio de las «generaciones de relevo»: Rafael Caldera, quien tenía por amigos devotos a influyentes poetas como Luis Beltrán Guerrero, quien empecinó que yo formase parte del equipo de prensa del notable político.

-Mañana enviaré un vehículo del Concejo Municipal de Caracas, temprano, a buscarte –me anunció en un Acto Cultural-. Le hablé de ti al Presidente Caldera.

-Quisiste decirme ex Presidente –intenté corregirlo.

-Siempre lo tratamos como lo que es. También lo harás.

Yo estaba hospedado en el Broadway de Sabana Grande. Herrera Campíns no terminaba su mandato todavía, pero Caldera ya estaba en pre-campaña para retornar al poder [gobernó por primera vez desde 1969 hasta 1974]

Muy temprano, la recepcionista me llamó al teléfono de la habitación para informarme que en el lobby esperaba por mí un hombre que se había identificado como chofer del Presidente del Concejo Municipal de Caracas. Entré al «claustromóvil» y bajé. Sin saludar primero, al verme el sujeto extendió su mano izquierda para entregarme una corbata color púrpura. Con su derecha movía las llaves de la máquina de rodamiento.

-Tienes que usar corbata, porque iremos a «Casa La Mar» –me ordenó-. Beltrán Guerrero me repitió, muchas veces, te obligara usarla.

Tomé la corbata, pero rechacé la idea de torturarme con ella. Lo seguí y nos introdujimos al automóvil. Íbamos rumbo al mencionado «establecimiento para festejos». Al señor le inquietaba mi rebeldía.

-Debes colocarte la corbata, hazlo, por favor –insistía-. El Doctor Luis Beltrán Guerrero se enfadará conmigo.

-Te exculparé ante él –juré-. El asunto no es importante […]

Arribamos –aproximadamente- a las 10 am. Vi muchos personajes del gobierno de Herrera Campíns, entre los cuales a Luis Alberto Machado [«Ministro para la Inteligencia»] También estaban Oswaldo Álvarez Paz y Ramón Guillermo Aveledo, jóvenes de la Democracia Cristiana. El poeta me los presentó dejándome departir con esos «vanguardistas» de la Política Venezolana. No supe en qué momento Rafael Caldera llegó. Al parecer, tenía rato en el lugar. Todos bebíamos vino y comíamos entremeses. La música era el molestoso ruido generado por las habladurías colectivas. El poeta me buscó de nuevo, apresurándome acompañarlo. Ya estaba encendido por la ingesta de licor.

-Te presentaré al Presidente Caldera –pronunciaba con ojos brillosos-. Míralo […]

Ya frente al «venerable», Beltrán Guerrero le recordó:

-Este joven es el intelectual del cual le hablé, Doctor Caldera. Fue capaz de admitir, en el diario El Nacional, «que es un escritor de derechas» (Noviembre 14 de 1982, «Papel Literario»)

El ex Presidente de Venezuela me abrazó fuerte, felicitándome efusivamente.

-«Los escritores venezolanos suelen ser cobardes, oportunistas y acomodaticios –discernió, manteniéndose adherido a mí-. Ya di las instrucciones necesarias. Formarás parte de mi equipo personal de confianza. Vivirás en una casa propiedad del Opus Dei, situada en El Cafetal […] No regreses a Mérida, envíale una carta de renuncia al Rector de la Universidad de Los Andes. Aquí serás abastecido de ropas, calzados, exquisitos alimentos y te movilizarán en lujosos vehículos. ¿Para qué regresar allá?

Luis Beltrán Guerrero me había susurrado que, luego del almuerzo, acudiríamos a «una de esas fiestas donde se vale hacer de todo». Comí flanqueado por el «Ministro de la Inteligencia» y Aveledo. Al terminar, les expresé que buscaría un baño. Mentí. No me sentía en condiciones emocionales para despedirme de nadie. Estaba muy deprimido. Sólo salí de «Casa La Mar». Pasaba un taxi y lo paré. La noche de ese día, fui al terminal de pasajeros y abordé un bus con destino a Barquisimeto. Semanas más tarde, cuando estuve en nuestra «Oficina de Prensa» de la Universidad de Los Andes, la secretaria Nellys Castillo me entregó un telegrama mediante el cual Luis Beltrán Guerrero me insultaba: «Eres un imbécil, ya no existes para nosotros». Recordé una especie de reproche que me hacía, persistentemente, Juan Liscano:

-«Eres demasiado escrupuloso para ascender en el Ámbito de la Cultura Nacional, Jiménez Ure-. Aprovecha las oportunidades. El Ascetismo es una virtud, pero no ayuda mucho»

-Te equivocas Juan –me defendía-. No soy una persona plagada de prejuicios ni multifacético. Sólo hombre Indivisible.