alupego (Ángel L. Pérez)

SOLO QUEDA UN SUSPIRO

 

Una idea traviesa,
rondaba las cabezas.
Grácil y vivaracha.
Tozudamente inquieta.

Entre los vericuetos,
que tiene la conciencia.
Se esconden pensamientos,
de dudosa apariencia.
En sus pliegues se ocultan,
peligrosas ideas.
De forma inusitada.
Como con mil cabezas.

Se van quedando secas,
las hojas de la higuera.
De sus brotes de leche,
ya no emerge la esencia.
Se va alfombrando el suelo,
que sus raíces sustenta.
Lo verde se oscurece,
tornando a color tierra.

Se han escuchado voces,
detrás de las praderas.
Donde la piedra emerge,
como deidades pétreas.
Voces que anuncian rotas,
sus manifiestas quejas.
Ecos que se repiten,
en valles y fronteras.

Una idea sin destino,
deambula entre la niebla.
Alocada y perdida,
como un mono de feria.
En el filo del tiempo,
febril se tambalea.
Buscando algún cerebro,
que quiera poseerla.
Su errática andadura,
inestable y patética.
Va dejando cadáveres,
en su loca carrera.
Una estela innombrable,
que en la brisa se queda.

La verdad se ha quedado,
entre el mar y la arena.
Inestable y caótica,
que la marea se lleva.
Se aproxima y se aleja,
cuando quieres cogerla.
En los labios la sal,
que evoca su presencia.
Un beso las transmite.
De boca en boca vuela.

Corazones de bronce.
Como reos giantescos,
de increíble presencia.
Acorazados tanques,
que la sangre voltean.
Con la fuerza ciclópea,
de colosales fieras.
La emoción contenida,
no soporta fronteras.
La presión es tan grande,
que los barrotes quiebra.
Se desbordan los mares,
apagando la hoguera.

Solo queda un suspiro,
convertido en cometa.
Que en vendaval reencarna,
cuando el suspiro quema.
A. L.
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