Margarita García Alonso

Medioevo

Nacimos sin tiempo

-a mi edad puedo escribir

esa detestable frase-

 

a nadie alcanza,

es pueril el tiempo

como lo son las marchas militares

que se acodan en el vibrado

de la trompeta,

degüello, a degüello

hijos de no sé qué patria.

 

Los sabios de opereta

juzgan los peligros

del libro de mudanzas

 

   pero seguiré

 

arrodillada en la acera

vomitando los callos

del corazón, pediré agua,

un poco de agua

porque fue mentira

aquello del futuro

 

no habrá futuro

no queda ciudad

y en los muros han colocado

retratos del carcelero.

 

Como si fuese resaca de ola,

           llovizna,

llovizna harina sobre mi barrio,

llega la prosperidad del pan

a casa de mi madre quien extiende

una sábana sobre la mesa.

Mi madre desea dormir

y comer en abundancia

delante de mi padre muerto.

 

Quiere tenernos a su lado

     pero está sola

frente a un pedazo de pan,

y un plato vacío.

 

A la sábana blanca le falta un retazo

que ha servido para vestir a la virgen.

La sábana tiene minúsculas trazas

de sangre, de orina,

que desarticulan la visión.

 

Es tarde, siempre ha sido tarde

a los nacidos sin tiempo,

la fatiga, el acecho

un apagón, la vela sin cebo,

el cebo sin fuego,

 

un círculo incoherente

de gaviotas sobre el pontón

desafía el viento y

la caballera blanca del horizonte.

 

Las gaviotas de Da Vinci

las gaviotas de la noche

en la sombra de un cuerpo

tras el resplandor del ave

que no cesa de volar.

de Breviario de margaritas, 2013