132

Me gustarĂ­a ponerle tu nombre a mi tristeza.

Te vi enseñarme como eras.
Te oí sin tener que hacerlo.
Sospeche tus historias,
heridas
y cicatrices.
Te había conocido en menos de lo que tardaste en hablarme, creí.

Veni y proponeme el amor que quieras.
Que contigo siempre voy en picada
y cuando estas ausente
la caída sólo se pausa.

Que no te conozco y creo que no quiero hacerlo.
Por que no me reconocería a mi.

Así me siento ahora.
Aunque tú seas lo único que esta bien en mi vida.

Camino
y siento que quién pasa
deja su tristeza sobre mi.
Incluso tú.
Cargo con una tristeza
más grande
que la que cabe en la ciudad.
Una tristeza que ocupa todo mi cuerpo.

Y ahora habita en todo tu cuerpo.

Y la tristeza nunca había sido tan linda.
Y nunca me habia parecido tan mala
hasta que vino
y te hizo su musa.

La tristeza hecha tú.
Tú hecha tristeza.
Y siempre viceversa.

Me invade la sensación de que oscuridad
y silencio
es sinónimo de soledad.

No estamos hechas para pertenecernos.
Y a eso lo intuí
-como quien intuye la primavera en las personas-
cuando me veías verte
sabiendo
que jamás volveriamos a vernos.

Quisiera ponerle tu nombre a mi tristeza.
Pero es imposible
más incluso
que lograr ponerle el mio, a tu felicidad.