Paulina Dix

Cenicero de palabras

Saltos del cielo desbaratado, rugidos del río desbocado y vuestras entrañas suplicando ser trasplantadas a cualquier abismo menos descoyuntado.

Una selva se marchita a vuestro paso, mi ejército devastado  agoniza al ritmo de vuestros jadeos. 

Podemos comparar la desgracia de quereros a la perdida de Paris. 

Podemos no volver a veros y seguir en guerra solo por la fe de regresar a vuestra entrepierna y nadar libremente, aunque cada zambullida signifique caminar  a los brazos de la muerte.

Envuelve el fuego de este volcán olvidado en vuestra desnudez.

Los verdaderos amores no son para siempre. Pueden durar una noche, un mes, siete años. Pero siempre se acabará la pasión y renunciaran el uno al otro para recordarse y añorarse por el resto de la historia.

Quienes aseguran morir de amor en realidad mueren de recuerdos, de añoranza, de resucitar cada noche la sensación de las sábanas enjuagadas de sudor, de cabellos enredados en el paladar, de labios ungidos de placer. Mueren de ausencia. Mueren de ansias. Mueren de angustia. Quieren saber si al otro lado del sendero quien los amó los recuerda con la misma intensidad.

Los pétalos de vuestras lágrimas van volando en la inmesidad y se tropiezan con mis ganas de vivir y de morir.

Paulina Dix