walter luis

Sentencia Salomónica

Ser obrero

 es tener sobre la espalda

todo el peso del trabajo,

y el alma angustiada

de que algún día cercano

podrá ser despedido.

Aunque lleguen a sus manos

unos pesos resarcidos,

pronto ellos se irán

mientras procura trabajo.

 

¿Para qué quiere conchabo?

Veo que usted está viejo

y no sirve para eso;

vuelva a casa, descanse

 y plante muchas verduras,

que de comer le darán.

¡Qué triste es ser proletario!

Peor es estar sin trabajo,

con muchas bocas hambrientas

en la casa esperando.

 

Casos como yo cuento

hubo en los tiempos actuales,

mas las leyes del trabajo

con justicia conquistadas,

fueron asimiladas

y adoptadas por obreros

 que se unieron en ideas,

para ayudar mutuamente

en posición insistente,

a esos necesitados.

 

Resultó que en un lugar

fabricaban con amor

escobas y escobillones

 ocupando poca gente,

que trabajaba contenta

y estimaba a su patrón,

hombre con sentimientos.

Mas la triste realidad

lo llevó a la situación

de no pagar los jornales,

y como último recurso

se vio obligado a cerrar.

 

De ese despido masivo

quedaron tan sólo dos;

un obrero y el sereno,

pero éste de qué sirvió

si a qué cuidar no había,

y el sereno como otros

también a casa se fue,

y el otro amenazado

fue sereno y capataz,

porque el lugar ocupó.

 

Conocedor de las leyes,

 el obrero se encerró

como dueño del lugar,

para defender derechos

si hubiese que litigar.

Y el litigio comenzó

mientras el hombre esperaba,

cuidando el alambrado.

Y como es de esperar,

tuvo final esa historia.

 

La solución de este cuento

fue muy justa pero triste.

 Dicto que está despedido

el huelguista y demandante,

dijo el juez con seriedad;

como es de suponer,

 amparado por la Ley

que proteje los despidos,

y el demandado ya sabe

con esos palos qué hacer.