Maicaa

Compañías de invierno

La oruga,
sola, a orilla del camino,
observo al olmo,
triste y olvidado
por los corazones que recorren
a diario el sendero, 
de fuego y viento.

Mientras lo veía, dio un suspiro
melancólico y desalentador
y dijo:

Si las personas aprendieran amarte en otoño,
olmo, cuando estas:
desgastado y sin hojas,
solitario, formando parte del paisaje.
¡Aprenderían lo que es el amor!

Que el amor, no siempre está
en lo que nuestros ojos pueden observar
(la visión a veces,
nos delimita,
nos engañan,
nos sabotea).

Pero hay pequeños actos,
que muchas veces, los seres vivos 
se olvidan de hacer:
sentir,
tocar,
apreciar y
recordar.

Amarte en otoño, es entender que
no siempre estarás envuelto en
verdes  brotes,
ni ramas vigorosas
llenas de
colores y olores,
sombras y alegrías.
Cuando pareces olvidado a mitad del camino.

Porqué cuando el amor es verdadero,
puro y sin engaños.
La primavera, se convierte
en dicha,
en alegrías
y en felicidad.

¡Y LA VIDA FLORECE!

A veces, los otoños son eternos,
sin primavera,
sin luz,
ni alegría.


Pero hay seres,
que son primavera,
una primavera infinita,
que aparecen para desterrar
el otoño,
para sacar el ser que nos ha perpetuado
en un sinfín.

Para volverse:
una bienvenida,
para ser una dichosa primavera.

Por eso Olmo:
déjame entrar en ti,
déjame reposar en tu interior
y hacernos compañía;
YO,  YO QUIERO SER TU PRIMAVERA.