132

1.3

Cuando tenía, no sé, unos cinco años, alguno más, llegaron a casa visitas, una pareja, no sé quiénes eran, y sigo sin saberlo. De regalo me trajeron termo y mate, para niños claro, algo raro pero a la vez normal, la cosa es que me lo prepararon, lo probé y me gustó muchísimo, y me sentí con la necesidad de ser egoísta, lo quería solo para mí, -y ya saben cómo son los grandes, querían buscar mi aprobación y se tomaron unos mates conmigo, hasta que se distrajeron y me rajé, me escondí, no quería compartir, -en realidad llegue a la esquina y me senté en la puerta de un vecino- me senté y en frente habían vacas, -en un campo claro- raro, con cinco años no es muy común que te descubras tomando mate cuál persona mayor, mirando vacas, y pensando lo pelotudos que pueden llegar a ser los adultos.


Y ahora siendo ya un poco más mayor, creo que fue ahí, la primera vez que fui consciente de la soledad del mundo, y de que no hay mejor compañía que la de uno mismo.


Y ahora, lo reafirmo.