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La niña que  es nada

¿La ves con su pelo enmarañado cubierto de lágrimas cenizas?
Sus pies de anciana no tienen ni ocho años, pero pesan.
La pesadumbre la arrincona en una esquina con el hambre de devorar ese manjar de la basura.
Encuentra algún trapo viejo con que limpiar sus manos antes de engullirse la fruta podrida.

 Su corazón esconde recuerdos quebrados por los pasos que aún no da.
En el quebranto de no saber que escuchar.

Dos palabras la persiguen en un eco indeleble: Papá. Mamá.

Levanta el rostro. Sigue el camino de condones rotos. Las prostitutas ven su futuro. La espantan. La protegen del silencio endemoniado.

En este callejón de sueños trabados se desmenuza el silencio.
El travesti le da cinco pesos y una sonrisa que le levanta el vuelo.

Sigue sin saber a dónde.
La luna con su gris infinito no llora,
acostumbra a posarse en el espejo de esa cara.   

Pensamos que es niña por sus ojos que aún prenden, con sus risos duros de mugre y mentiras.
Su sexo aún no se define. Camina como lo hacen todos los que la reflejan.
Empapada de miedos sacia su adrenalina con las manospies veloces que tomancorren.

Algunos ancianos le entregan otra sonrisa. Un brillo que no sirve de nada.
El alma se acorruca en el olvido destrozada.

Trata de volar con sus alas de muerto. Con su llanto seco. Pero la esquina la sujeta.
La quiere allí hincada, en la escoria que le sonríe y no dice nada.

¿Ves, ella camina y lo ve todo?
Pero para el mundo es nada.