No me quieras
cuando esté en una caja estéril
y no pueda sentir tu calor.
No me quieras
en el momento en que no pueda secar tus lágrimas
cuando grites por mí, porque me extrañas.
No me quieras más de lo soñado
como cuando soné
que solíamos contar las estrellas juntos
siendo ahora yo, una de ellas
a la que miras todas las noches
cuando estas en vela.
No me quieras
cuando ya sea demasiado tarde
y el soplo de vida que tenía
se convierta en cenizas
y se lo lleve el viento.
Allí querrás escupir
las palabras que nunca dijiste
me darás en la caja inerte
los besos que nunca me diste
y mi piel congelada
será un témpano de hielo
que hubiese añorado un pedacito
de lo que escondiste
durante todo este tiempo.