Angélica Contreras

AMÉN.

Hoy es un día apropiado para elevar una oración.

dices, mientras pudorosamente te envuelves en un velo.

¿Intento de hablar con un ser indescifrable,

para pedirle, invocarle pensamientos, emociones y deseos?

 

Enseñame a orar le dije,

para hablar de mis culpas y mis dolencias.

Más valdría habitar sosegadamente en el silencio, contestó

Porque el perdón no cae del cielo, sin antes pasar por la conciencia”

 

No significa repetir palabras de forma monótona,

Es propicio alzar la vista y decir “gracias”, “descubre”, “perdona”.

No de la plegaria inútil que amansa la culpa de los hipócritas.

 

Orar, con sujeto, verbo y predicado,

surgida en presente rezagado.

Porque la oración no remedia los males,

los enuncia, les da nombre, cuerpo, naturaleza y atributos,

Entonces permite vislumbrar su desenlace.

 

Y al orar no esperes del aire una respuesta,

pero aguarda el milagro de aliviar las noches sin fe.

Así que rezo con mis propias palabras convertidas en luciérnagas,

Siendo un espíritu dispuesto a escribir su biografía.

El mapa de todo lo que me habita.

Ocupante de una ciudad efímera.

Donde hay un “más allá” de lo que por ahora conocemos,

O un fugitivo de lo que solemos llamar cuerpo.

 

El silencio se convirtió en una pausa fugaz.

Por eso me arrodillé a sus pies, y en su presencia inicie mi plegaria.

 

¿Estás tú aquí, señora, dueña, mujer de luz, ternura bajo el sol,

candor en el frío, abrigo entre la nieve?

Que con tu amparo se de la vida, florezca la dulzura,

porque eres el milagro que anuncia la ventura.

 

¿Acaso tengo necesidad de implorar otra cosa?

Bendita seas, bienaventurado el fulgor de tu presencia,

la ternura de tu rostro, la mirada que acaricia mi silueta.

Sea yo contigo, en ti, entre todas las mujeres.

Nuestro es el fruto y la tibieza de tu vientre.

Ruega por este pecador que es inocente.

 

No halles resignación, no consientas indiferencia.

Que morir es inútil si no lo intento a tiempo.

No me llames incrédulo, hereje,

Pero es que, para mi no hay vida si no existes,

y seguirá así ahora y en la hora de mi muerte.

Si antes, no me sorprende.

 

Déjame empezar a consumir del día, mi primer café.

Ámame, ama, te amo ¡Perdón! Amén.