J M Apolinar.

Llévame.

Hasta donde no vayas.

Pero llévame de bajo siempre.

¿Cuanto espacio puedo yo ocuparte?

Sí ya llevas contigo

estos ojos cansados de no verte,
mi torso ardido de ansia de ti,
y mis pies que no entiendo por que
son de la maldita costumbre
de querer amoldarse a tus pasos
y de besar cada una de
las huellas que desprecias.

Poco es lo que dejaste,
y fueron las cosas
que guardaba para ti.

Dejas mis labios secos
del beso incansable,
amordazante, en tu boca
de cambios.

Dejaste mi pensamiento,
¿porque lo dejaste
si era el que más sabías tuyo?

Más que de mí y de la gente tuyo,
como mis manos ciegas
que no se olvidan de tu torso,
de tus caderas inmarcesibles o la poca piel que tuve tiempo de aprenderme.

Que poco ha quedado
después de ti, y nada que me sirva
sí no lleva tu nombre.

No me lleves a ninguna parte.
Pero hazme al menos el favor,
y darme vida o muerte antes de marcharte.


No me dejes con el ansia de ambas.