J M Apolinar.

Regaño.

En la mala hora de tu espera
se comen
como uñas
tus encantos.
Te recuerdo mía
a media tarde,
cuando me secas en la boca.

Cuando te vuelves
extraña, amena,
cuando me comienzas a faltar.

Son apenas las ocho
y ya me estás
quemando en las venas.
¿Cual es la prisa?

Duéleme al menos
después del primer café,
cuando ya haya leído
el periódico y me empape de rutina y noté que he preparado
desayuno para dos.

Duéleme,
si, duéleme,
pero dame un momento,
dame hasta esta tarde para mi.

Tu sabes que la noche es toda tuya
y así mis manos y mi cama
y todo yo sabremos
afrontar que nos faltas.

No me hagas extrañarte
Al manos no tan temprano,
dejame ir al cine está tarde,
o a caminar por la ciudad
recuerdo cómo se ve la ciudad sin ti.

Cuando los brazos me
queden grandes,
y mis ansias te lloren
cual niños de pecho,
te prometo
que volverás a dolerme.