A. Martinez

Encuentro.

 

Un roce apenas
para lo extraordinario,
un segundo,
y creció lo impresionante,
ascendimos repentinamente
por un camino nuevo,
en un juego de miradas
talladas,
que iban viajando
entre las palabras,
contrastando
acciones con verbos,
adivinando
por entre los gestos.

Las manos eran
nuestras luces,
yendo y viniendo
de las espaldas al cabello,
de lo esperado a la sorpresa,
cerrándose sobre
la cintura,
suavizándose
en el rostro,
palpando nuestra voz,
que se rompía,
imprecisa,
entre el cúmulo de besos.

Eduardo A. Bello Martínez
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