Alcionico

CAFÉ

Él la vió sentada.

No esperaba a nadie,

pero tenia ganas

de estar esperando

a alguien  o algo.  

 

Él estaba igual.

Pero aparentaba

no importarle

su situación.  

 

Tal para cuál:

dos máscaras 

esperando un susurro 

que sople y golpee.  

 

Tomaron un café.

Pidieron un tostado

que accidentalmente

vino en forma de corazón.

Fue todo risas.

Pero ambos le huían a la

creencia de dioses

señales estúpidas.  

 

Hablaron.

Ambos sabian hablar

en su propio idioma

sin necesidad de

decodificar 

ni el más mínimo sentido.   

 

Y el café se volvió rutina.

Las risas también.

Los llantos también.

Las penas también.  

 

Que vértigo la rutina de a dos.