alupego (Ángel L. Pérez)

EL SEMBRADOR

 

Va sembrando la cosecha,
de los amores perdidos.
En la huerta de los sueños,
donde germina el olvido.
Lloran regando los campos.
Empapando los cultivos.
Hidratando la simiente,
para volver a vivirlo.

El labrador de recuerdos.
Con su cuerpo endurecido.
Va sembrando uno a uno,
en cada hueco un suspiro.
Y con sus manos fibrosas,
da a cada grano su sitio.
Reliquias de aquel pasado,
deseosas de hacer sitio.
A veces crecen con fuerza.
Otras veces se recluyen,
entre los granos perdidos.

Holla la tierra el que pisa,
con fuerza en su sacrificio.
Rompe los moldes del tiempo,
para dar su impronta al sino.
Y los metales se doblan,
si el amor hace el camino.
Veloz como un rayo a veces.
En otras va haciendo hueco,
donde colocar su nido.

Ente nubes de nostalgia,
reposan viejo principios.
Un reflejo se despide,
con delirantes destellos.
Y las luces se aproximan,
como perdidos viajeros.
Iluminando senderos,
entre sombras escondidos.

Va sembrando la cosecha,
el labrador del destino.
Polvoreando los surcos,
con simientes de principios.
En su rostro se dibujan,
mapas de todos los sitios.
Lugares donde la vida,
va creciendo con sigilo.

En el lugar más recóndito.
Donde la mano no amputa,
a su preciado albedrío.
Donde crecen las tormentas.
Y las apacibles aguas,
de sus lagos cristalinos.
Donde se bañan los sueños,
y los recuerdos vividos.
Donde se baten feroces,
los buenos y los mezquinos.

El labrador de emociones,
va moldeando los amores.
Con la arcilla de los sueños,
hace ánforas de vida.
Y seduce corazones,
con letanías y hechizos.

Va forjando pensamientos,
con el barro de los siglos.
Sensaciones que alimentan,
a los amantes dormidos.
Ente sus manos la vida,
adquiere un nuevo sentido.
A. L.
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