Andrea Flores

Aeropuerto

Y entonces… Aquí estamos.
En este aeropuerto frío;
en esta ciudad lluviosa,
en esta vida misma
que ahora nos separa.  
Ya es hora de irme,
ya es hora de irte.
Aquí no hay prórrogas,
ni opciones subsecuentes.
Ojalá fuera posible
tomar el avión que sigue…
y el que sigue del que sigue.

 

Pasaporte y corazón en mano;
¿qué me dices? ¿qué te digo?
Adiós...
Nos vemos, no sé cuándo…
Todavía no me voy,
y ya me siento lejos.
Veo tus ojos, sus colores guardo.
Veo tu fotografía,
la que hace diez minutos me habías dado.

 

Las cámaras nos miran,
¿cuántos besos no verán al día?
¿cuántas lágrimas?
¿cuántas despedidas?
Han de tenerlas todas aprendidas.
Aquí “adiós” quiere decir “te amo”,
aquí “te amo” significa “quédate”.

 

Ya voy tarde… y no lo sabes.
No te lo diré, no quiero irme.
Pero lo haré… como siempre, tarde.
Me dejas en esta puerta horrible,
toca pasar el control de seguridad;
tengo que quitarme los zapatos
y despedazar el equipaje…
Como siempre…

 

Ya estoy sola, ahora sí hay prisa.
Corro, corro, y corro…
Son las 6:25, salgo 6:40…
Carajo...
Voy a perder este maldito vuelo,
todo por estarme despidiendo,
todo por decirte una vez más
que te adoro… y sólo eso.  
Pero tenía que hacerlo,
aunque el avión se me fuera en ello.

 

Al fin llego, cortan mi pase de abordar,
en el talón se queda algo de mí.
Tal vez mi corazón, tal vez el tuyo.
Ya estoy en paz, ya puedo llorar.

Un último mensaje
antes de apagar el celular:
“Adiós (otra vez), te quiero (ibid)”
El avión despega,
ahora sí te dejo,
voy un rato al cielo…
¡ese cielo que nos une
cuando el océano nos separa!
Todo se ve ahora tan pequeño,
también este aeropuerto.
Sólo hay algo
que aun desde la ventanilla se ve grande
y esto es cuanto te quiero.