Alberto Blanco González

Ojos ingenuos

 

Ojos oscuros,
ojos sin base,
puertas abiertas,
laberintos de tapiales.

 

Casas en llanuras de amapolas,
de encinas y de trigales,
de perdices y avutardas,
de palomas y pardales.
Y los cantos,
esos ecos de calandrias.

 

Muchas tapias derruidas,
algunas pocas salvadas.
En tiempos,
fuertes de teja y arcilla,
de la tierra y de la paja.

 

¿Dónde están los que cuidaban
de esas tierras del pasado?
Pasado no tan ausente,
pero mucho sí olvidado.

 

Allí descubrí la vida,
el desaire, el abandono,
la infinitud y la muerte.
El amanecer del sol,
momento que todo puede.
A imaginar el inmenso
cuando el sol desaparece.
A soñar con el destino,
con un viaje tras la luz
para conocer más mundos,
hacia una vida sin fin.

 

Imaginando llanuras
de grandes
y bellas tierras,
con noches llenas de luces
alcanzables e infinitas.

 

Ojos ingenuos,
ojos nublados.
Ojos humildes,
ojos cansados.

 

Ojos abiertos