Me refugio en el calor de tu regreso,
entre la primavera de tu pecho
y el verano de tu boca.
Es que
verte entrar
es llegar a casa.
Ponemos de excusa tu alergia a mi ropa
para arrancármela
mientras nos arrulla una lluvia voyerista.
Como dos astronáufragas
nos recogemos los lunares con hambre y
desesperación,
y orbitamos nuestros lóbulos.
Saborear mi té
detrás de los cigarrillos
que perfuman tus besos;
sonreír ante las cosquillas
de mi hogar.