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MOMENTOS

¿Qué hacer con lo que se siente,

cuando el viento pasa en rumoroso vuelo

y sus alas estremecen el cuerpo con su caricia?;

¿qué, con la llama que se enciende como cirios en la noche

-que la brisa no apaga- y blande deseos libertarios,

libertadores de vapores de lava ardiente?

 

¿Dónde enterrar los suspiros que se escapan,

mientras se sueña con el gozo de un beso

entre los  barrotes de un esclavizante abrazo;

o la nostalgia que apisona el sol,

cuando se mira la inmensidad del mar

y su agitado vaivén engendra espumas de sal,

y envuelve en su encanto aproximando a la soledad

-inquieta compañía que rompe los cristales,

que deslucen con su caudal el rostro de la alegría-?


Llega el momento de someterse al viento frío,

de reconocer que el oleaje no dormirá en la arena,

que el lejano canto de gaviotas aturde en el ansiado silencio

y, admitir, que un río llorando recuerdos

termina en cascada lloviendo en el alma.