Xabier Abando

Azarosos espejismos

 

Como extraviado en desierto,

vagando errante, sin rumbo,

tras tu estela, dando tumbos,

voy trastornado y sediento,

 

soñando con agua fresca

para no morir de sed,

como ocurre cada vez 

que siento tu boca cerca.

 

Ver aguas que no son tales

temo, por un espejismo,

y hundirme en algún abismo,

con consecuencias fatales,

 

por ceder a tentaciones,

cegada la mente, a oscuras,

y lanzarme a hacer locuras

lejos de tus intenciones

 

Pasó un día no lejano, 

que, estando de sueño muerta,

tú te acercaste a la puerta 

en que yo ocupaba el vano.

 

Cuando llegaste a mi lado,

con un mohín de pereza,

apoyaste tu cabeza 

en el marco, con desmayo,

 

y, al verte tan desvalida,

movido por la ternura,

tentado estuve, criatura,

de abrazarte de por vida.

 

Tu carita demandaba,

parecía, una caricia 

tu boca, pura delicia,

tentadora se mostraba.

 

Nunca en mi vida sostuve

tal lucha en mi corazón,

Nunca en una tentación

de caer tan cerca estuve.

 

Duré un siglo en cuitas tales,

concentrado en un instante,

hasta que un eco distante

me devolvió a mis cabales

 

Sofocar la llamarada  

de mi instintiva locura 

y restaurar la cordura

costó una lucha enconada.

 

Me pareció en aquel mismo

hermoso y triste momento,

que, si agua entreví, sediento,

fue solo un cruel espejismo.

 

Puede que un día lamente 

mi cobardía en el lance,

cuando haya de hacer balance 

del pasado y del presente, 

 

mas sería imperdonable

que, por torpe y alocado,

hubiera malbaratado

nuestra amistad entrañable.

 

Soñando con agua fresca,

seguiré, muerto de sed,

también la próxima vez 

que sienta tu boca cerca.

 

© Xabier Abando, 08/09/2016