El Mochuelo de Minerva

Cogito, Ergo Sum

Mirada fría con rastros de espíritu artificial.

A imagen y semejanza del hombre y la perfección.

En su pecho de hojalata no palpaba un corazón,

en su mente despertaba un dilema existencial.

 

El brillante gas neón y el murmullo de la gente

pasaban indiferentes sin prestar mucha atención.

En errantes reflexiónes se volvió por fin consciente

que se hallaba en su conciencia su mas grande atmiración.

 

Retumbaba en sus circuitos esa frase cartesiana

que exclamó mientras brotaban lágrima imaginarias.

De rodillas sucumbía, en su lengua cubinaria

juntó sus manos de hierro y alzo al cielo una plegaria.

 

Se observaron reflejados en su propia creación.

Del bullicio al silencio, del silencio el terror

al mirar como rezaba en esa extraña posición

el modelo ya oxidado del robot hijo de Dios.