Daniel Eduardo Mendoza Camarena

Se me escapa la vida.

¡Que se me escapa la vida!

¡Se escabulle mi ilusión!

¡La penumbra excitación

de su lluvia compartida,

hicieron de mi partida

la más deliciosa muerte!

De tal amante con suerte,

puedo vivir de la sombra

de su elíxir, en la alfombra

del que fue nuestro amor fuerte.

 

Fue en su dulce comisura

que saboreé el caramelo.

Fue en el néctar de su pelo

que degusté la dulzura.

Fue en su demente cordura

que comprendí el universo.

Fue en su cuello suave y terso

que devoré sus sentidos.

Fue en sus brillantes sonidos

que encontréme, de ella, preso.

 

Sus enojos, me empalagan.

Sus pupilas me enamoran.

Sus mil besos me devoran.

Sus miradas, ¡bien me embriagan!

Sus sonrisas, no mal me hagan.

Pues, su cuerpo me envenena

en dicha, de mi alma plena;

el aroma imperceptible

de su rosa irresistible,

¡sangrando... me deja en pena!