M.G.Ratia

DE LOS ASUNTOS DE LA MEDINA DE GRACIA Y SUS HABITANTES

 

La piedra no vuela grácil
cortando el aire su redondez,
que plena de aristas sedientas
lleva la venganza, escrita en su tez.

 

(Espetaba un joven a una señora
que habiéndose visto insultado
...propinaba tamaña obra)

 

*

 

Decianse de los campos
camas de altos vuelos,
protegidos por los tallos
de los trigos sarracenos.

 

Que no solo el vulgo gozaba
también algún señorzuelo,
sediento de algo más que agua
de algo más que carne, hambriento.

 

Ya al saberlo, las señoras,
devolviales los premios,
que lucían a media asta, (algunos),
otros, a \"pitón entero\".

 

En ocasiones la era
de tanto hervidero,
pareciera, de agua humana,
caudaloso riachuelo.

 

Tanto, que ha parido el negocio
para algún listo cortijero.
Unos llevan el vino,
en sus burros tinajeros.

 

Otros cataplasmas calientes,
o algún milagroso ungüento,
otros caramelitos de menta
para el que malhuela el aliento.

 

Que ya, ni los domingos,
(es el caso que os cuento),
queda algún surco libre,
en las \"vereitas\" del pueblo.

 

En esto está D. Tomás,
el párroco de la Medina,
en lucha encarnizada
contra esta \"fiebre campesina.\"

 

Y las novicias de San Agustín,
día sí, día también,
se pasan por la vereda
exorcizando a lucifer.

 

Pero a lo que vamos...
por allí pasó lista, de verdad!
la más tonta, y si descuidamos...
Seña Dabita... a su edad!
dejó impronta!

 

Que como se lo hizo
con Quinito el tabernero,
noventa kilos de músculos
duros como el acero?...

 

Ella, (la Dabita), sabía del romance
de éste con la de Cienpozuelos
y se aprovechó del hecho
para tirar el anzuelo...

 

\"si no haces lo que te digo,
(exigió la muy lianta),
le iré con el chisme
al señorito del cortijo\".

 

Todos sabían de la guisa
que se gastaba el señor.
A mandobles le daría
por defender su honor.

 

Así que aceptó sin rechistar
las propuestas de la Dabita.
y allá en la era lo citó
para contar \"estrellitas\".

 

*

 

Contando estrellas estaban
el buen mozo y la vieja dama,
que no advirtieron la presencia
de Don Tomás y una hermana.

 

\"tschssss\"

 

Quinito guardó el silencio,
de la vieja seña Dabita,
y tapando su boca de jarro
exhalaba esta noticia...

 

\"Calla bruja loca,
dos veredas mas allá,
creo oír a Don Tomás
con una de las novicias\"

 

Pues la estará confesando,
no hay que pensar mal!
dijo en voz baja Dabita.
Ya! y la confiesa de noche
perdida en el trigal...
contestó el chaval.

 

Bailaba en lo oscuro el trigo.
Y si no hacía ningún viento...
por qué bailaban los tallos
con ese sutil movimiento?

 

*

 

Espera cotilla de cortas luces,
no sea que al avanzar por la vereda,
quien tu buscas encontrar no quieras,
o a quien quieres encuentres sin que busques.

 

De sabias es ser cauta, en tu camino,
quien sabe por qué maldades acecha,
sin mirar se mete el pie en una brecha,
y mirando, el ojo en el espino.

 

Aprende rauda esta lección y atina,
no des un paso sin pensar dos veces,
que a menos piensas, los azares crecen.

 

No hagas las cosas a tientas o a locas,
no des un paso sin mirar que pisas,
que no son bueno unir azar y prisas.

 

*

 

A la vieja le creció la rabia
en la comisura de los párpados,
y una arruga en los labios.

 

Pues medrarás tú
si no medro yo. Inquirió.

 

\"Cruza el tablón del puente,
en silencio vas y oteas,
hazlo así, sin que te vean
y a contarme, luego vuelves.\"

 

Al encargo, puso tino,
y valiente, el hombre y medio,
cruzó el puente sin remedio,
sobre las tablas de pino.

 

Pero al ver que no volvía,
la Señá, con pié inquieto,
y no haciendo caso al soneto,
se fue a hacerle compañía.

 

En esas estaba la Dabita
cuando, a mitad del puente,
el joven casi cae de repente,
y la Dabita, \"casi\" grita.

 

Semejante graznido incita,
un silencio prominente,
que solo rompe la corriente,
y a Quinito, furioso, irrita.

 

Este alza, desairado,
una mano, e inconsciente
lanza un canto rodado,
a la vieja impertinente.

 

La pobre cae moribunda,
con un setenta en la frente,
desnuda bajo la luna,
a la verita del puente.

 

*

 

Apareció Don Juliano,
aunque lo crean quimera
el médico de Medina,
pegadito a su enfermera.

 

La de Ciempozuelo y Laureano,
un guardia civil de mostacho,
empuñando el arma en la mano.

 

\"Queda usted detenido\"
gritaba medio desnudo,
y justo en ese momento
el Juez salía de lo oscuro.

 

\"Se inicia el procedimiento,\"
decía el Juez sin ropita,
\"Quinito es un violento,
por la muerte de Dabita\".

 

Se acercaron de entre los trigos,
Don Tomás y la novicia,
como vinieron al mundo
y borrachos de caricias.

 

\"Pobrecilla la Davita,
la madre que la parió,
entre todos la matamos
y ella sola se murió\".

 

Son las cosas de Medina,
así como te las digo,
el Quinito quedó absuelto,
por falta de algún testigo.

 

Y cuando la luna llena
se aparece en la ribera,
dicen que es la Dabita
para alumbrar las conciencias.