Desde el estante más cercano del olvido
donde hibernaba, refugiado al socaire de tiempos oscuros,
cruzó el puente de los sueños,
y llegó a mí, en un latido impreciso,
sombrío, traidor, doloroso como ladrón de amores.
Se instaló,
con la confianza cálida de las noches de otoño;
creció
en un lugar desconocido de mi mapa del pasado;
ahondó
en la soledad escogida,
en la necesidad irrenunciable de navegar
en mares de galernas procelosas y eternas,
sin alma a la que nombrar,
en el silencio primero, aquel que no tiene oídos que lo escuchen.
- Allí donde nace,
muere el deseo,
pero resiste, cual dragón de fuego, hasta el último estertor. -