gatoconbotas_58

El azul de su propia muerte

Nadie lo supo

ni siquiera lo imaginaron,

algunos sometidos a la ignorancia

simplemente la olvidaron.

Nadie volvió a aquella playa

ni a los mares, ni a las olas

aquellas simples piedras negras

como oxidadas perlas

callaron para siempre

así,

sin quererla.

Fue en abril, o tal vez mas adelante

quien lo sabe,

¿quien puede saberlo?

si el azul fue tan ruin

que a todos quiso engañarnos

escapando para siempre 

hasta después de muerta.

Dicen, los que saben,

los eruditos de las letras,

que aquella tarde

un 30 de abril o más allá

se llevó todos los sueños y papeles,

los muros, los tranvías, los colores y los trenes

las luces, los higos por las tardes,

el naranja y el violeta:

la madreselva de su vientre.

Todo,

o casi todo,

el fuego, el aire... el aroma de nuestra tierra.

el aire caliente de mi garganta,

el humo verde de mis ojos,

un esqueleto muerto de mis propias frases

como ecos de su inexistencia

las huellas de tamaño desastre 

en mis oídos,

dejando la nada,

aún resuenan.

Ya sin todo

sin voz,

sin rostro...

Solo.

Hoy,

Pero, ¿quien puede saberlo?,

si el sueño es como ese niño muerto

del que hablaba Benedetti

o el sueño del otro

en las ruinas circulares,

si la madreselva crece

aún en otros vientres

si el azul de la noche avanza

sobre otras playas

y otras piedras y otras perlas

y subsisten las batallas sin librarse

tal vez al oeste de la isla de Redonda

o al norte en el imperio

o en el campo verde con jazmines y trigales.

 

Oxidado y ciego,

ya viejo

¿Puedo yo soñarla en la ceguera?

si ella quisiera,

si ella

aún, al menos, todavía

quisiera aparecerse

como un fantasma,

clandestina, inanimada,

como un secreto por la tarde,

o ya de madrugada

bajo los efectos del moscato

o del insomnio alto en el alba,

o en el sonido tenue del agua

cayendo sobre las plantas

resbalando por helechos y canaletas,

en el frío del otoño que avanza

y amenaza con toda su tristeza

o en las sombras grises de la gente,

en el paso cansino 

del linyera y sus miserias

en el décimo noveno escalón de la tierra.

Si yo tuviera un \"Aleph\"

si este universo mágico me lo diera,

y por el mismísimo hoyo

donde yo mismo olvidé una vez mi existencia

en esta vida o en donde sea

si yo aún la reconociera...

Ajustadamente

con la precisión del reloj de arena

o el del corazón, o el de la razón, 

o el del reloj sobre el mantel de la mesa

imaginando su cara entre las rosas

y las hojas verdes resucitadas

del fondo mustio 

en su segunda versión.

Si yo un día aún la viera...

no tendría palabras

ni siquiera una queja,

un cariño, una lágrima.

Si yo estoy vivo

y ella simplemente muerta

¿como puedo yo?

si de tanto olvidarla

y en el azul de su propia muerte

aún puedo quererla.