Carmen Lombardi

Hojas.

Como esa hoja en blanco, escrita, nueva o desgastada.

La primera de muchas, el comienzo de otras, el final de unas cuantas.

 

De las que relees una y otra vez, páginas inacabadas, una entre miles

y cientos entre una.

 

Páginas manchadas de café, escritas con tinta, que te hacen llorar

de dolor o reir de alegría.

 

Las que huelen a juventud pero también a tiempo, a noche,

a madrugada, a descanso o a sueño.

 

Hojas que se comparten, las solitarias,

las que tienen nombre propio, las que son anónimas.

 

Esas que creías olvidadas, las de casualidades inoportunas,

previsibles, acertadas, reescritas, subrayadas.

 

Blancas, verdes, grandes, suaves o amarillas, las

que se compran o regalan, reales o patrañas, de

infancia, nativas, de romance o drama, las hojas

de tu vida, las que relatan tu historia.