Mónica Ledesma Villegas.

SEÑOR DE 40 AÑOS.

Cada vez que recibo el calor de tu compañía, siento un nudo en la garganta, que aprieta, que ahoga, que mata lentamente, y mi cuerpo se estremece al no querer perderte, al dejarte en esta vida de soledad, traición y muerte.

El mundo es redondo... ¡Destino o casualidad! cualquiera de los dos. En la penumbra de una ilusión marchita, nuestras vidas unió con el propósito de perdonar el pasado, sentir el presente y ver hacia el futuro, recordando la niñez, y viviendo un amor inconmensurable. 

Una foto, un mensaje, un buen día señorita, tus celos, tu amor, esos ojos de girasol, tu voz, tu sonrisa, tu cuerpo, la suavidad de tu piel, tu perfume, tu comprensión, la bondad infinita que solo tú posees; conformaron un todo, y sobraron razones para sonreír esclavizada ante tu característico humor. 

Te amo por ser como eres: un niño; necesitado de mimos, consejos, comprensión, y compañía. Un señor; cascarrabias por sus canas, de gran imaginación, viviendo miles de aventuras al lado de su amada bombón de canela.

Me marcho físicamente para comenzar a vivir en silencio, una luz se apaga, más en el firmamento se enciende la esperanza de un pronto amanecer. Agradecida me iré sabiendo que te quise, te deseé y te amé con locura sintiendo el vaivén de las olas del mar… gozando de gran felicidad.

Mi primer y único amor eres tú para mí, llegaste y te bastó regar la semilla con un poco de agua bendita carente de verdad y desilusión, sepultada en el centro de mi razón, de nobles acciones para hacer florecer un jardín con olor y sabor a tí. 

Amor mío, gracias te doy por saber lidiar con mis dramas, por hacer hervir la sangre a fuego lento de este cuerpo que aún te clama, por ser mi amigo, mi compañero, mi novio, mi todo.  Me iré, no se la hora, ni cuándo; al menos lo haré sintiendo suavemente la comisura de tus labios, mi amado señor de 40 años.