Daniel Pardo

Túrin Turambar

En una casa, una terraza,

en la buhardilla o en su cama,

el sol se pone en la ventana.

Y hay un chiquillo asustado

del hechizo de la Luna,

con un libro entre las manos.

 

Pero asombro de todos;

ya no quiere soñar,

se acabaron los cuentos de luz y de magia,

el jinete y su lanza,

el dragón infernal,

y la nave que representa la libertad.

 

Los salones de Moria se han quedado pequeños,

el río, el valle, y la ciudad de los hombres.

Bajo el cielo de Gondor 

ya no hay más horizontes.

 

Él ya no quiere ser húesped de los reyes del norte,

de las gentes sencillas de la vieja Comarca,

ni acampar junto al río

donde susurran los árboles.

 

Quien fuera Túrin Turambar

burlador de serpientes,

el guerrero valiente

de las Tierras de Aquende

al otro lado del mar.

 

Quien pudiera gozar

del mortal privilegio.

Ser verdugo de amigos,

a su hermana amar,

haber sido testigo

de crímenes sin igual.

 

Quien pudiera encontrar 

los motivos bastantes

para hablar con la espada

de sus grandes desastres.

 

Y a la hora de la muerte

escoger fecha y lugar.