Alexandra L

El Hombre

 

Quien se encuentra contando cada hora
en delirios sembrados en el alma
quien muere devorado por el miedo
escudado detrás de la nostalgia.

No es preciso bailar con la agonía
ni rezar al dolor obsesionado
ruge el viento sobre el acantilado
se levanta la arena de los sueños
es el amor triste perro sin dueño
que se come las sobras del pasado.

Como pesada lluvia de verano
cae la palabra sobre la conciencia
y tras el horizonte se vislumbran
las nubes negras de la gran tormenta.

Tímidas llegan las primeras gotas
como aleteo de pájaros  cansados
golpean la boca abierta de los muertos
que en fosas olvidadas le cantan al espanto
y en sus cuencas vacías,  cual perlas negras
asoman densas lágrimas de barro.

Dolor y pena danzan sobre la tierra,
lápida enorme para las multitudes
corazones de espalda a la certeza,
enajenados en opulencia y lujo
dominados por el más vil embrujo, 
la codicia, la falsedad, la histeria.

Un hilo va trenzado entre los hombres,
en un amanecer descolorido, gimen las voces
y entre canto y llanto 
el opio envilecido del olvido.